Imagínate a ti sin depilar, con poca ropa, sin calzado y con un garrote en la mano. En realidad es un antepasado tuyo. De hace mucho tiempo, de la prehistoria. Visualízalo, eres tú en versión cavernícola.

Ponte en situación. Un día normal de la época. Paseando por el bosque, para recolectar algo de comida o a cazar una presa fácil. De repente tu antepasado ve moverse un arbusto, se lo queda mirando y piensa… «¿qué puede ser?…» Y aparece un león que comienza a perseguirle.
¡Casi le pilla! Menuda experiencia.
Vuelve al presente.
¿Qué crees que pasó la siguiente vez que notó moverse un arbusto? Decidió de forma rápida salir corriendo, sin pensar mucho. Una decisión basada en su experiencia.
Pero… ¿Y si en vez de un león era una presa fácil como un conejito?

¿Y qué pasa si no hemos vivido esa experiencia previa del león? ¿Qué pasa si otro nos ha advertido de ese peligro? ¿Y si lo que nos han explicado está equivocado?
¿Cómo tomamos las decisiones?
Historias ficticias aparte, por lo que he podido comprobar por mí mismo, las decisiones se toman teniendo en cuenta:
- Nuestras vivencias previas (la experiencia)
- Según lo sesgados que estemos
- Algo de pensamiento crítico.
Ahora os lo explico, según Daniel kahneman, cuando pensamos y decidimos, lo hacemos a dos velocidades.

Decisiones lentas.
Cuando pensamos en modo lento paramos la maquinaria y volcamos nuestra energía en pensar y escoger la mejor decisión. Consideramos los pros y los contras, las posibles consecuencias, reflexionas en que vas a renunciar si escoges una opción y no la otra, el resultado de tu decisión…
Por ejemplo cuando hemos de decidir qué estudios haremos una vez acabemos la ESO, qué carrera universitaria hacer una vez acabado el ciclo formativo de grado superior, donde ir de vacaciones en verano…
Cómo se trata de algo importante, dedicamos un importante esfuerzo mental. Y gracias a esto más o menos solemos acertar.
Pero… te traigo malas noticias, muy pocas veces decidimos de forma lenta.

Decisiones rápidas
Por ejemplo, vas a la cafetería de siempre a desayunar y ves en la vitrina los croissants, unos bizcochos de naranja y otros bizcochos de zanahoria. No te lo piensas, decides entre lo que contemplas y no tomar nada. Tomas una decisión rápida, sin demasiado esfuerzo mental.
No has tardado nada en decidir, de hecho no tiene mucha importancia escoger una cosa o la otra. No te juegas nada (salvo que estés haciendo dieta).
La mayoría de veces no nos hace falta parar a reflexionar mucho, así que nos saltamos la mayoría de pasos. ¿Te paras mucho a pensar que postre vas a tomar en el restaurante? Nos fiamos de nuestro mecanismo de decisiones rápidas que tan bien nos suele funcionar.
¿Qué bien verdad? Como no solemos tomar decisiones superimportantes muy a menudo, nos podemos pasar casi todo el día en modo ahorro de energía e ir tomando decisiones sin preocuparnos por el esfuerzo que supone.
Los problemas pueden venir cuando tomamos las decisiones rápidas. En las que apenas pensamos. Nos basamos en nuestra experiencia previa y otros factores.
Pues que aunque pensemos que hemos tomado la mejor decisión resulta que lo hemos hecho de forma sesgada y probablemente podríamos haber tomado una mejor decisión.
Entonces… ¿Qué se puede hacer para tomar mejores decisiones?
Pues aprender a reconocer los diferentes sesgos cognitivos y modelos mentales que nos pueden afectar.
¿Qué son los sesgos cognitivos?
Un sesgo cognitivo es una representación errónea que tenemos de la realidad. Son esas sensaciones, percepciones, creencias y percepciones que no somos muy conscientes y que por algún motivo sabemos que son ciertas.
Así que contamos un software mental instalado de cosas que damos por supuesto. Gracias a esto tomamos las decisiones rápidas… y malas noticias, no es fácil cambiar nuestra configuración. Hay poco que podemos hacer para reconfigurar e ‘instalar’ nuevas ideas.
Así que la mejor solución para evitar que los sesgos influyan en nuestras decisiones es ser conscientes de ellos e identificarlos en las diferentes situaciones.
También nos ayudará el hecho de conocer algunos modelos mentales.
¿Qué son los modelos mentales?
Pues para entenderlo de forma fácil, los modelos mentales son unas «gafas» que ya han sido probadas antes y que han sido adaptadas para ver la realidad con una visión más profunda y libre de sesgos.
Estas ‘gafas’ te permiten mirar las cosas sabiendo que tus creencias, pensamientos y comportamientos afectan a tus decisiones. Y gracias a que las puedes ver, optimizarás tus decisiones.
Existen muchos modelos mentales y sesgos cognitivos. Por ahora te voy a explicar unos cuantos para comenzar. Más adelante escribiré sobre más sesgos.
Sesgo de confirmación
Imagínate la siguiente situación: Te vas a dar un capricho de aquellos que marcan época. Te quieres comprar una chaqueta muy cara. Ya tienes una que no está nada mal y aún sabes que le quedan un par de temporadas. Lo de esperarse a las rebajas es una opción, también seguir con tu chaqueta actual.

Llegas a casa y lo consideras. Has de tomar una decisión. Entonces empiezas a buscar argumentos para confirmar que lo que quieres será una buena decisión.
Buscas motivos que favorecen a tu decisión (no buscas los malos). Sabes que esta chaqueta es de un buen material, te durará mucho tiempo. A demás es como la que lleva un actor de una serie que te gusta mucho. Te ves buscando solo argumentos que favorecen a tu decisión. Tratas de reforzar tu propia decisión.
Si te pusieras en serio, sabes que encontrarías otra información que va en contra de tu decisión y no lo haces.
Es más, buscando, encuentras información sobre algo negativo y decides quitarle importancia.
¿Qué pasa con las alternativas a tu decisión? Le quitas importancia a las otras alternativas.
Todo lo haces para convencerte. Para confirmar tu creencia.
Si te pasa y alguna vez te ves buscando información para reforzar algo que ya sabes, que sepas que lo haces porque estás sesgado. Considera hacerte una lista con los pros y los contras.
Sesgo de la de empatía o de proyección
Por ejemplo, te pones a organizar una cena. Hace tiempo que los compañeros del trabajo no hacéis algo así. Salir y simplemente pasar un buen rato.
Como nadie se pone, pues lo organizas tú.

Piensas: primero vamos a la cervecería, en la que tienen todo tipo de cervezas. Pasamos un buen rato tomando algo mientras esperamos que lleguen los demás. Sabes que algunos salen del trabajo más tarde. Una vez que estemos todos, nos vamos a una pizzería que hay cerca. Un sitio amplio en se puede charlar bien. Una vez que acabe la cena en la misma calle hay un local en el que los que quieran tomar algo pueden seguir.
A ti te gusta el plan y por eso crees que le gustará a todos.
Pues este tipo de pensamiento está sesgado. Creer que a mayoría les va a gustar lo mismo que a ti y asumir que la solución es para todos igual.
Asumes que la solución es para todos igual. Has tomado una decisión con la que te sientes identificado y no has pensado demasiado en los otros.
Pues resulta que cuando lo planteas a los demás, te salen ‘haters‘. Parece que no era tan buena idea.

Para evitar que te pase algo así, trata de recopilar más información antes de decidir. Sé que supone mucho esfuerzo, pero como mínimo tu decisión habrá tenido en cuenta diferentes posturas, por lo menos de las personas a las que puede afectar. Automatiza el proceso y usa un formulario de Google o simplemente pregunta uno a uno.
Piensa si todo lo que has decidido tiene relevancia solo para ti y no para los demás.

Por cierto, recuerda que decidas lo que decidas, no podrás agradarle a todos.
Dejo de escribir porque ya no hay tiempo para escribir más. Si has llegado hasta las últimas líneas, te doy las gracias. Tiene mucho mérito.
Espero que esta lectura te haya aportado algo, si me lo permites, creo que has tomado una buena decisión al leerlo entero. Si te parece bien, cuando me vas me puedes contar que te ha parecido este post. Si no nos vemos, escríbeme y así charlamos de algo interesante. Tu decides.
Muy interesante Cristian 🙂
¡Gracias Rubén! Todo un honor que seas el primero en comentar en mi blog!