Resulta que hace semanas que no puedo acabar una frase entera…
¡Vaya titular! Puedes relajarte. No tengo problemas con mi voz. Tampoco he perdido facultades cognitivas… Se trata de otra cosa. Sigue leyendo que te lo explicaré.

Después de meses sin escribir en el blog, he pensado en volver para explicarte y enseñarte una cosa que ya sabes hacer. Eso se me da genial.
Te voy a enseñar un manual práctico para que aprendas a mantener una conversación…

Qué te voy a contar a ti, una persona culta que lee blogs que ya sabes mantener una conversación…

Vaya cosa más trivial, ¿verdad? Pues resulta que no lo es tanto.
Después de mucho tiempo analizando mis propias conversaciones con el resto de personas de mi entorno, me he dado cuenta de que cada persona lo hace de una forma muy diferente.
Con algunas resulta muy sencillo conversar y las palabras fluyen. Puedo ser yo mismo y expresarme tal como soy. En cambio, con otras, resulta más complicado y requieren que me adapte a su lenguaje y formas.

Me he visto obligado a desaprender y volver a aprender sobre como conversar, ya que pocas veces lo puedo hacer con naturalidad, y eso de adaptarme la mayoría de las veces acaba siendo agotador.
Así soy yo. Un aspirante a polímata. Como siempre que me da por un tema, busco algo de información, me temporalizo para un mes o dos, escojo dos o tres libros de referencia, me creo una lista de podcasts y me sumerjo de lleno en nuevo aprendizaje.

Vamos al turrón.
Resulta que con algunas personas me resulta casi imposible acabar una frase entera.

Tal vez estarás pensando que eso me pasa porque soy un pringado o una persona poco interesante. Pero si estás leyendo mi blog y has llegado a esta línea, voy a suponer que no lo soy, ¿coincides conmigo?.
Seguimos.
Quiero que hagas una reflexión.
Para eso te pido que te imagines en los siguientes casos. Será fácil porque seguro que te ha pasado algo parecido y te puedes visualizar como protagonista de estas escenas.
- Un niño te interrumpe mientras hablas con otros adultos cualquier momento. Sin mala intención.
- En una conversación con un adolescente que pasa de escucharte e inclina la cabeza hacia abajo para mirar su móvil.
- Vienes del dentista, te acaban de hacer algo doloroso como una extracción. Se lo vas a explicar a alguien y de repente te interrumpen para decirte algo por el estilo — A mí cuando me sacaron la muela del juicio… —
Son tus intentos de conversación que acaban por ser ignorados o por alguien que te quita el foco de atención. Seguro que te encuentras con más de una de estas situaciones cada día.
Llámame idealista, pero cuando veo una película siento envidia sana cuando se producen esas conversaciones guionizadas en las que se habla de un tema y todos respetan su turno.
Las conversaciones de la vida real no son tan lineales. Suelen ser paralelas, cíclicas o desordenadas.
De hecho, sin salir del mundo de la ficción, las conversaciones de ficción que más se parecen a las que suelo tener yo son como las que se producían en la serie Seinfeld.

Me encanta esta serie (sí, antes veía series).
Puede que pienses que tengo la piel muy fina. Así es, también te digo que lo compenso con una gran dosis de empatía y tolerancia.
Eso me pasa porque resulta que nadie nos enseñó un sistema o método para mantener conversaciones.
No nos dieron pautas porque no era necesario. Lo más probable es que igual que me pasó a mí, lo aprendiste por imitación.
Gracias a las neuronas espejo. Que nos ayudan a aprender viendo nuestro entorno y copiando lo que vemos. El habla y las conversaciones son algo cotidiano que vemos a todas horas. Lo hemos ido copiando desde pequeños.
Pero claro, aprendes copiando lo que ves… así que depende del ambiente en que te hayas movido, habrás aprendido escuchando y participando en conversaciones del estilo:
- Cuñados en la cena de Nochebuena compitiendo por demostrar quien se ha ahorrado más en el seguro del coche.
- En un restaurante en una mesa muy larga cruzando conversaciones.
- En un bar, viendo un partido de futbol televisado. En el que unos señores situados en los extremos de la barra hablando a grito pelado sobre la raza y procedencia de los jugadores…
- Viendo debates en televisión, en los que hablan políticos que no proponen ninguna solución en particular, se faltan continuamente el respeto y en el que se obtiene el turno de palabra interrumpiendo al otro constantemente…

Como diría Kase-o, esto es caldo de cultivo para la intolerancia.
No te alarmes, también aprendimos de otros buenos ejemplos.
Pero resulta que nadie nos indicó cuáles son los buenos y los malos.
A raíz de un análisis parecido a este, estuve investigando sobre algunas técnicas que pueden ayudar a mantener y ‘llevar’ buenas conversaciones.
A continuación te las explico:
No seas multitarea
Trata de estar presente en la conversación. Deja de mirar la pantalla del ordenador o de tu teléfono móvil mientras te hablan.

Mantén el foco de atención en las personas que están hablándote.
Una conversación requiere de toda tu atención. Estar presente en ese momento es clave para poder formar parte de la conversación. Si estás entretenido con otra cosa, no estarás escuchando de forma activa y no vas a conseguir que las otras personas te vean involucrado.
No seas dogmático.
Una persona dogmática es aquella persona inflexible, intransigente, y cuyas ideas y opiniones son totalmente rígidas.
Cuando hablas con una persona así, ya sabes que no va a dar su brazo a torcer. Entonces, ¿por qué se iba a detener para escucharte?
Tu no puedes hacer que los demás sean tolerantes en ese aspecto. Pero tu sí. Todos lo hacemos, así que está en tu mano abrir la mente y escuchar las opiniones de los demás, aunque sepas que se equivocan.

Hazlo por el bien de la conversación y por el bien del pensamiento crítico.
Usa preguntas abiertas
Si usas preguntas simples, obtendrás respuestas simples.

- — ¿Cómo estás? – Bien.
- — ¿Te has acordado de traer el ordenador? – Sí.
- — ¿Cómo ha ido el viaje? – Bien.
Estas preguntas por si solas no suelen obtener respuestas muy elaboradas. Si quieres llevar tu conversación a otro nivel de profundidad y obtener información valiosa de los demás. Tendrás que escuchar y preguntar.
Yo suelo hacerlo con los ¿por qué…?, ¿cómo …? Y el ¿tú que crees?
Cuando el tema esté interesante, hazle este tipo de preguntas a la otra persona. Cuando te responda, a continuación vuelve a formularle otra pregunta sobre su misma respuesta. Así unas cuantas veces. Si lo haces bien llegarás a un nivel de detalle bastante interesante. Ojo, que los asuntos y las preguntas tienen un límite en el cual tus preguntas pueden llegar a ser absurdas o parecer impertinentes.
Con que lo hagas dos o tres veces suele ser suficiente.
- — Cada vez cuesta más dar clase a los alumnos.
- — ¿A si? ¿Por qué lo dices?
- — Porque se distraen con el móvil y no son capaces de mantener la atención durante mucho tiempo.
- — y… ¿Tú como harías para captar su atención?
- — Involucrar el uso del móvil como herramienta y dando unas pautas de uso…
Y así hasta que el tema no dé más de sí. A mí personalmente me encanta convertir las quejas o peticiones de otros en propuesta de solución.
Sigue el ritmo.
Otra cosa que nos pasa a todos. Mientras te están explicando algo, te viene a la mente una cosa que te pasó a ti que está relacionada.
— El otro día probé una nueva pizzería italiana que está muy bien en la que…
— Para pizzas buenas cuando yo estuve en Italia el año pasado…

Y lo que podría ser una buena recomendación de un nuevo restaurante en Mataró se convierte en una batallita de un viaje de otra persona.
Lo primero que nos viene a la mente es en interrumpir al que está hablando para aportar tu maravillosa anécdota.
Vendrán historias e ideas en tu cabeza, debes dejarlas. Espera a tu turno.

No equipares tus experiencias con las de la otra gente.
Recuerdo cuando me sacaron una muela del juicio. Justo al volver de la extracción, aún con el efecto de la anestesia, con unas gasas puestas, moflete hinchado.
Me preguntaron que de donde venía… al decir que venía de que me extrajeran la muela del juicio, en lugar de preguntarme me explicaron su propia experiencia.
También me pasó (y probablemente a ti también) cuando me saqué el carnet de coche. Justo en el momento en el que se lo comuniques a alguien, inmediatamente te explicarán su experiencia para compararla con la tuya.

Procura no hacerlo. No es lo mismo. Nunca es lo mismo.
Intenta empatizar en primer lugar, interésate por el evento sucedido. Cuando la otra persona agote el tema o sé dé pie a que expliques tu anécdota, hazlo.
No seas repetitivo.
Ser repetitivo es ser condescendiente.

Según la definición de condescendencia, si la entendemos en buen sentido, sería el deseo de complacer, dar gusto y acomodarse a la voluntad del otro.
Pero cuando en una conversación entra alguien en bucle repitiendo el mismo mensaje, esa condescendencia se torna negativa. Pasamos de ser amables a mostrar un sentimiento de superioridad hacia otra persona.
Aparte, me viene a la mente siempre una frase que decía mi profesor de lengua castellana que tenía en la ESO que nos decía que las personas que se repiten mucho es porque tienen muy poco que decir.
Evita los detalles.
No recuerdo en qué libro lo leí, pero digamos que en general, las personas solemos hablar de otras personas o de cosas (entendiendo cosas como sucesos u objetos materiales). En ambos casos, independientemente de lo que hablemos, no será necesario dar demasiados detalles sobre esas personas o cosas. Lo importante es nuestra percepción, sentimientos o cómo estamos en lo que se refiere al tema que estamos tratando.
A la gente no le importan los detalles, le importas tú.

Escucha.
Muchos de nosotros no escuchamos con la intención de entender, lo hacemos por solo con la intención de responder. Aprende a escuchar.

Sé breve.
No pienses que soy un rancio por decirte esto. Si me conoces, ya sabes que soy de los que les gusta ir directos al grano y no disfruto mucho cuando la gente empieza a divagar. De todos modos, estoy muy a favor de las conversaciones que se alargan porque fluyen. Si estás cómodo y percibes que los demás también lo están, entonces tienes permiso para seguir
Una conversación debe ser lo suficientemente corta para llamar la atención, pero lo suficientemente larga para cubrir el tema.
Aporta.
Después de todo lo que te he contado hasta ahora, tal vez pienses que el secreto consiste en estar callado y que los otros hablen. Pues no.
Asegúrate de hacer un mínimo de intervenciones.

Me refiero a hacer preguntas, afirmaciones o negaciones, explicarte, dar tu opinión… Hazlo según corresponda y trata de intervenir como mínimo cada dos intervenciones de la otra persona.
No dejes que los otros lo acaparen todo.
Puede parecer muy frío y calculador eso de llevar la cuenta de tus intervenciones. De hecho, lo es. Pero es una fórmula que suele funcionar.
Tampoco saldrás perdiendo, considera que en otras ocasiones serás tú el que intervenga el doble que los demás.
Y por último y la más valiosa.
Interésate por la otra persona.
Mantener una conversación y mostrar verdadero interés por la otra persona es la clave. Cubre todo lo anterior.
Deja el ego a un lado, mantente en el momento presente y trata de ayudar a la otra persona con tal que pueda expresarse.

En resumen, ahora que ya sabes todo esto, estoy seguro de que disfrutaremos de mejores conversaciones, más coherentes, maduras e incluso con su hilo conductor.
Ya no hay tiempo para escribir más. Me encantaría que me comentes que te ha parecido en el blog, pero después de todo lo escrito… mejor lo hablamos.